Hay muchas veces que hago las cosas sin pararme a pensar en por qué las hago, es algo instintivo. Con la lectura me pasa lo mismo: es una actividad que llevo haciendo desde que tengo memoria. Por las noches siempre leía alguna historia antes de dormir y, cuando no sabía
todavía leer, le pedía a mi madre que me las leyera. Había algo mágico y
fascinante en aquellos mundos. Adoraba sumergirme en ellos, y eso que
por la época no tenía demasiadas preocupaciones de las que evadirme.
La cuestión es
¿por qué leo ahora? Para mí hay un antes y un después en mi vida como lectora. Hasta los 16 años siempre había devorado libros para pasar el rato y porque me encantaban las historias que podía encontrar en ellos. Estaba enamorada de la saga de Harry Potter (me pilló el fenómeno de lleno y admito que era una fan acérrima del mago) y también había tenido mi buena dosis de Laura Gallego García, que por la época empezaba a hacerse famosa con
Memorias de Idhún. Y
entonces llegó a mis manos 1984 de George Orwell. Jamás había oído hablar del libro pero fue leerlo y quedar completamente prendada de él. Cambió mi forma de ver la literatura y, me atrevería a decir, el mundo (podéis leer la reseña que hice hace un tiempo
aquí).
1984 se convirtió en mi libro favorito y sigue siéndolo 6 años después.
Gracias a él me di cuenta de lo necesario que era leer, de lo importante que era recurrir a los libros y hacer una lectura concienzuda de los mismos. Despertó en mí una curiosidad que no sabía que tenía. Desde entonces comencé a leer porque quería, necesitaba saber más. Y no me refiero a saber más sobre geografía o ciencias, sino a saber más de uno mismo. A partir de aquel libro, comencé a leer porque sabía que debía alimentar mi cerebro con palabras e ideas y así acercarme a ser capaz de crear las mías propias.
Leer hace que me ponga a prueba muchas veces. Hace que afronte sentimientos y sensaciones con las que no lidiaría en un día cualquiera.
Digamos que me he vuelto adicta a la adrenalina que corre por mis venas cuando me quedan menos de 100 páginas para acabar un libro que me está encantando. Esa impresión de que queda tan poco pero a la vez tanto para alcanzar la última página, esos nervios, esos sentimientos encontrados en cuanto a descubrir qué termina ocurriendo pero a la vez no querer que acabe... Y cuando llegas al final parece que el mundo tal y como lo conocías se cae en mil pedazos, no comprendes qué ha sido de tu existencia sin haber leído esa historia, sin haberte parado a pensar en las reflexiones que la misma contiene. Es una incomprensión dulce y a la vez inquietante que te lleva a agarrar un nuevo libro.
Creo que, en definitva,
leo por pura curiosidad hacia el ser humano y porque he llegado a un punto en el que necesito vivir con la emoción que te aporta un buen libro. Puede que mis gustos cambien con el paso del tiempo, hay libros que no habría elegido hace unos años y que ahora me llaman tremendamente la atención, pero eso es lo de menos. Quiero pensar que, conforme crezco, también lo hacen mis lecturas. Y sobre todo, con el paso de los años, encuentro más razones por las que leer. Para mí no es una actividad que hago buscando una evasión, todo lo contrario.
Creo que leo principalmente para apoximarme y comprender mejor el mundo en el que vivo y a cada uno de sus habitantes.
¿Y vosotros, por qué leeis?