Si pienso en mis lecturas de este verano, el primer libro que me viene en mente es The Goldfinch de Donna Tartt (El jilguero en castellano). Le dediqué unas dos semanas de julio... un cuarto de mis vacaciones. Llevaba mucho tiempo queriendo leerlo, me lo había comprado hacía un mes y no pude contenterme a pesar de tener otros libros pendientes: en cuanto tuve ocasión me sumergí en sus páginas. Me encantó la historia, los personajes, el estilo de la escritora y en mi delirio le di una puntuación de 5/5 en Good Reads... al mes la cambié a 4/5. Muestra de que los libros, si reposados, se llevan puntuación correcta.
Y esta es la premisa con la que empieza el libro, aunque luego se extienda en el tiempo hasta que Theo alcanza la edad adulta. Y es que en las más de 800 páginas de mi edición, da para eso y mucho más. Empecé la novela pensando que me iba a encontrar con una lectura complicada, lenta, densa... cuál fue mi sorpresa al verme enganchada entre las palabras de una historia con un ritmo vertiginoso. Si hay una cosa que Donna Tartt ha sabido hacer bien con El jilguero es la forma de organizar la acción. Recuerdo estar leyendo y tener que dejar el libro a un lado porque no podía soportar tanta emoción y un nuevo giro en la trama. Y es que cuando todo parecía ir por un camino relativamente predecible, la autora rompía todos mis esquemas y hacía que Theo tomara un rumbo completamente distinto al que yo podría haber imaginado. Sin embargo, he de reconocer que en las partes donde alguno de los personajes divagaba sobre la restauración y los distintos métodos de restaurar un mueble me aburría un poco y se me hicieron pesados, pero qué se puede esperar de una novela tan larga... algunas páginas siempre le tienen que sobrar (soy de la opinión de que si un libro tiene más de 300 páginas es que tiene ciertos pasajes prescindibles, pero eso ya es otra historia).
En cuanto a los personajes, comprendo que no sean para todos los gustos. Meses antes de comprar el libro leí alguna reseña en la que se comentaba lo insoportable que eran algunos personajes... y veo por dónde van los tiros. Los personajes creados por Donna Tartt no son fáciles de digerir, sus excesos y abusos hacen que quieras tirarte de los pelos más de una vez y a menudo su forma de actuar va en contra de cualquier lógica. Y sin embargo... a mí fueron esas cosas las que me hicieron creerme a los personajes. Theo, el protagonista, me pareció muy real. Una persona rota por el dolor que arrasta esa sensación de entumecimiento y de no poder sentir nada que intenta prolongar a través de una vida llena de adicciones. Sinceramente, conforme más leía y Theo cumplía años, más me dolían sus decisiones, pero las entendía porque aquel dolor provocado por la muerte de su madre y los acontecimientos posteriores eran una razón más que suficiente. Porque perder el eje central de tu vida siendo adolescente por algo tan injusto como un atentado es normal que deje a esa persona con cicatrices de por vida que muy dificilmente va a poder superar. Puede que otros personajes como Boris, el gran amigo de Theo o Pippa su gran amor no sean tan creíbles, pero consiguieron despertar cierta simpatía en mí igualmente. Boris era el contrapunto a la seriedad de Theo, tenía un carácter irreverente que me gustó mucho, me resultó muy divertido a pesar de la oscuridad que lo envolvía. Y Pippa me parecía muy acertada, muy coherente. Su historia de Theo era algo verdadero, algo que podría pasar en la vida real. Pero, y lo repito de nuevo, el gran personaje en The Goldfinch es Theo, es la esencia del libro y solo por él merece la pena leer el libro.
Y por si esto no fuera suficiente, Donna Tartt escribe de maravilla. Su estilo es sencillo pero bonito a la vez. A veces me fascinaba la forma en la que tenía de tejer la historia. Si tenéis la oportunidad de leerla en inglés comprobaréis que no es una escritora cualquiera, su uso del lenguaje, sus bromas, sus descripciones en boca de Theo... todo hacía que me gustara el libro más y más. Ha tardado 10 años en escribir esta novela, pero bienvenidos sean esos 10 años si le han servido para crear una historia tan bien tejida con un movimiento constante que a la vez se intercala con retazos de novela psicológica. Un libro que se merece el Pulitzer pero que sin embargo no es tan perfecto como para considerarlo (como he llegado a ver) el primer clásico del siglo XXI. Donna Tartt sabe contar una historia maravillosamente, sí, pero con un libro tan gordo, como ya he dicho antes, siempre hay páginas que sobran. Mentiría si dijera que The Goldfinch no se me hizo pesado en ocasiones, sobre todo cuando se hablaba de la restauración de muebles y de los procedimientos a seguir. También me dio la impresión de que algunas partes se extendían más de lo necesario, la trama se prolongaba innecesariamente en ocasiones. La razón por la que seguía leyendo era porque el personaje de Theo me gustaba mucho y quería saber más, pero soy consciente de que para alguien a quien no le gusta demasiado el protagonista, esto puede ser la gota que colma el vaso.
En definitiva, The Goldfinch (o El jilguero) me ha gustado muchísimo, pero no quiero hacer pensar que es una obra redonda o un nuevo clásico (lo de clásico se verá dentro de años de todos modos). Tiene sus defectos y peca, en ocasiones, de lenta y larga de más. Eso sí, dejando esto a un lado, la trama en general, los personajes y la pluma de Donna Tartt hacen que se trate de un libro que os animo a leer si estáis con la duda. Puede que parezca una tarea hercúlea por su grosor, pero una vez que lo empecéis os pasará como con las pipas: hasta que no lleguéis al final no podréis parar (salvo cuando se extiende de más, que no viene mal tomarse un pequeño descanso).