A menudo me encuentro pensando sobre qué hace de un clásico un clásico. ¿Se basa en el tema tratado? ¿Por la forma de escribir? ¿Por la fama que logra el autor? Parece que no hay un criterio determinado, al menos no de forma aparente, y, aún así, nadie duda en decir que El joven Werther, Medea, El Lazarillo de Tormes o Los miserables son grandes obras de la literatura universal, cuando no tienen nada que ver las unas con las otras. Supongo que, en ese sentido, el que un libro se convierta o no en un clásico es un fenómeno un tanto impredecible. Sin embargo, no puedo parar de preguntarme sobre cuáles son los libros de ahora que formarán parte de los clásicos de mañana. O al menos los autores que se volverán inmortales.
Y es que muchos de los nombres que han llegado a nuestros días y que siguen siendo leídos poco sabían de cuál sería su futuro. Es cierto que algunos como Shakespeare o Dickens conocieron el éxito en vida. De hecho, podríamos decir que eran las estrellas del momento en el campo literario... pero si tomamos esta norma como paradigma, ¿qué pasa con aquellos que cosecharon gran fama pero que han sido olvidados o menos conocidos conforme han transcurrido los siglos? Y lo que es más importante, ¿cómo se explica el éxito en casos como, por ejemplo, Cumbres borrascosas, la cual es una obra clave de la literatura inglesa pero, en su época, pasó sin pena ni gloria por las manos de los críticos?
Si una cosa queda clara es que la fama instantánea no da la eternidad necesariamente. Los booms editoriales no son más que modas y, una vez acabada la fiesta, cuando los invitados ya se han ido, sólo quedan el confeti y los restos de tarta... pero nada más. ¿Quién puede creer que libros como 50 sombras de Grey o Los juegos del hambre seguirán viviendo dentro de unos años? Sólo aquellas obras que tienen algo especial consiguen ganar la batalla contra el tiempo.
¿Y qué es ese “algo especial”? No sé muy bien cómo describirlo, pero supongo que consistiría en la mezcla perfecta de innovación, originalidad, pasajes y personajes para el recuerdo (ya sea el bueno o el malo) y valor. Sobre todo valor por parte del autor a la hora de dejar un trozo de su ser en cada frase. Estar dispuesto a tratar situaciones y temáticas complicadas y que no siempre son del todo agradables. ¿Acaso le resultaría sencillo a George Orwell escribir acerca de una sociedad derivada de los acontecimientos que estaban ocurriendo en la suya actual? ¿No se imaginaba Nabokov el revuelto que su Lolita originaría entre editores y lectores? ¿Hace falta recordar que El retrato de Dorian Gray le causó a Oscar Wilde tremendos problemas? Y así innumerables casos. Pero todos siguieron adelante.
Esto me lleva a pensar que un clásico no nace del pensamiento de querer triunfar, sino de la necesidad de escribir, de comunicar las palabras, las cuales constituyen la mayor arma con la que cuenta el ser humano. Decidir usarlas, cueste lo que cueste, es todo un alarde de valentía. Para mí, lo que define un clásico es el halo que lo envuelve, ese aura que indica que ha sido escrito porque era preciso escribirlo, sin importar los ingresos que generase después. Un clásico no es ni más ni menos que un compromiso con la sociedad, casi una obligación. Un clásico de la literatura es creado por amor al arte, porque es coger lápiz y papel o morir ahogado por las palabras que no se dicen. Y, lo que es más importante, un clásico es ese libro capaz de cambiar vidas y que se queda para siempre con nosotros una vez llegamos a la última página, lo cual no quiere decir que la obra acabe ahí. Ésta es interminable, nosotros la continuamos una vez que la hacemos nuestra, formando parte de un proceso infinito que lleva a la inmortalidad de sus autores.
Y, para vosotros, ¿qué hace de un clásico "un clásico?